sábado, 21 de marzo de 2015

#AnálisisDeCoyuntura: ¿Cómo está logrando el chavismo sobrevivir a su propio fracaso?



El discurso político opositor se ha sostenido tradicionalmente en un cierto menosprecio hacia la capacidad política del chavismo. Durante una primera etapa, entre 1999 y 2005, la oposición adoptó el supuesto de que la inexperiencia política, el bajo control institucional y las divisiones internas, hacían a la clase política chavista débil y fácilmente derrotable, por lo cual la mejor estrategia era la de una oposición dura y hostil que erosionara rápidamente su legitimidad. Los errores estratégicos cometidos en esta etapa colaboraron paradójicamente para que el chavismo superara sus déficits de experiencia, poder, organización y recursos.

Desde el 2006, con un chavismo fuerte, unido y legitimado, la oposición cambió de orientación, pasando de cuestionar los principios a criticar los resultados de la gestión chavista. En ese sentido, ha habido un intento sistemático por apropiarse de elementos del discurso, la organización y la estrategia del chavismo para vencerlo en el terreno electoral. Bajo estas orientaciones, la oposición atravesó el ciclo político 2007-2013, obteniendo ventaja especialmente en las etapas de mayor radicalización gubernamental. En 2014, estas dos estrategias políticas demostraron estar plenamente vigentes, manifestándose claramente en los dos bloques surgidos de las protestas escenificadas entre febrero y mayo.

A pesar de esta combinación de estrategias y en medio de una grave crisis económica que ya se extiende por dos años, el chavismo sigue aferrado al poder. ¿Cómo ha logrado el chavismo sobrevivir a tantas coyunturas difíciles?; ¿cómo es que su poder, lejos de debilitarse con el deterioro de su gestión, parece en ocasiones fortalecerse?; ¿qué puede explicar que el malestar generalizado luzca tan desconectado del cambio político?; ¿cómo, a pesar de la crisis inmensa que ha generado su gestión, el chavismo logra recrear su discurso político para mantener en pie su legitimidad? 

Tres variables claves se han combinado para explicar esta peculiar capacidad del chavismo de sobreponerse a la propia inviabilidad de su lógica de poder: los errores y fracasos de la oposición; una favorable coyuntura económica y política internacional; y un habilidoso –e inescrupuloso- manejo del poder de un petroEstado como el venezolano. El efecto simultáneo de estos tres factores derivó en un férreo control social e institucional por parte del aparato chavista, el cual, lejos de flexibilizarse con la crisis, solo se ha reforzado.

El chavismo es un fenómeno político populista y personalista, característico de los Estados rentísticos. El inmenso poder que ha acumulado se explica por la debilidad institucional del Estado y la sociedad venezolana –agravada por el colapso del sistema político anterior a Chávez- y la ingente cantidad de renta captada –incrementada por la bonanza petrolera internacional de la última década-. Sin restricciones y con muchos recursos, el chavismo construyó un tupido aparato de control social e institucional, dominando tanto a las entidades estatales claves –Pdvsa, el Banco Central o el TSJ, por ejemplo- como a los actores de la sociedad cuyo apoyo resultaba estratégico –la élite burocrático-militar y una base popular organizada y movilizada-. En contrapartida, aplicó un conjunto amplio de políticas para asfixiar, aislar o debilitar tanto a las instituciones públicas como a los actores sociales que se le opusieran. De este modo, generó una estructura de incentivos que estimuló el alineamiento y sometimiento e hizo muy costosa la disidencia o el rechazo.

Ahora, en plena crisis, esa estructura de incentivos ha adquirido un carácter más extremo. En medio de la escasez, el que tiene la atribución de repartir los bienes escasos –sean dólares, cargos públicos, productos de alimentación o multas y cierres- tiene un poder relativo aún mayor. El chavismo ejerce arbitrariamente esta atribución para fortalecer las lealtades internas, castigar aún más severamente las disidencias y desestimular el realineamiento. Los controles no se flexibilizan sino que se refuerzan, porque ellos son herramientas esenciales de la subsistencia del chavismo. Es gracias al entramado de controles y alcabalas que el chavismo puede asignar valores selectivamente; y es de sus tácticas de inclusión y exclusión que la maquinaria chavista obtiene legitimidad.

Es muy frecuente en la calle la pregunta de por qué tanta gente parece aceptar de tan buena manera un deterioro tan acelerado de la calidad de vida. Aunque por supuesto existen muchos otros factores, subrayo una constatación central: el chavismo ha sabido desarrollar estratégicamente su rol de distribución y reparto, asignando selectivamente beneficios y castigos de modo que, aún en medio de la crisis, muchos estén dispuestos a tolerar los problemas, temer a los cambios y guardar una conveniente disciplina.

Sin embargo, el poder sin recursos tiene una eficacia limitada. Al día de hoy, si bien el chavismo mantiene su estructura de poder consolidada, enfrenta crecientes dificultades para obtener los recursos que mantengan su nivel operativo. Esto ha ido erosionando lenta y progresivamente su base de apoyo, pero parece desde hace algunos meses haber tocado un piso duro que luce difícil de romper. Se trata de un poco más del 20% del electorado, al que el chavismo apostará para sobrevivir en los próximos meses rumbo a las parlamentarias, etapa en la que, con toda seguridad, los privilegios de ser chavista se incrementarán y los costos de ser opositor se dispararán.