lunes, 25 de enero de 2016

Emergencia económica: razón política o catástrofe social


1.  El Decreto de Emergencia Económica tenía, a pesar de su denominación, una motivación más política que económica. El gobierno intentaba presentarse ante el país –finalmente- como consciente de la magnitud de la crisis. En ese sentido, el decreto sería evidencia de que el Ejecutivo está asumiendo su responsabilidad. Al incluir medidas que restarían poder a la Asamblea Nacional y profundizarían el esquema tradicional de intervencionismo y control, se buscaba, previsiblemente, forzar la negativa de la oposición, de forma de poder acusarla de obstruir mezquinamente las salidas a la crisis. 

2. El decreto era, técnicamente, innecesario. Buena parte de esas medidas pueden ser tomadas por el gobierno dentro del marco de políticas actualmente vigente. Otras no son más que enunciados generales de buenas intenciones, que no habilitan a nada específico.

3. El giro discursivo que intenta darle el chavismo a la crisis, tras reconocerla, apunta a un nuevo culpable. Frente a la desgastada y cada vez más inverosímil “guerra económica”, se está posicionando el relato de la crisis terminal del modelo rentista, aunque obviamente omitiendo la responsabilidad del chavismo en su profundización. Se trata de un discurso que busca las causas en el pasado histórico y facilita el planteamiento de las soluciones como “acuerdos nacionales”, especialmente con los sectores empresariales. Bajos estos referentes, institucionalizados en el Consejo de Economía Productiva, pudieran surgir algunos ajustes racionales pero parciales y, a esta altura, probablemente inefectivos.

4. La negativa a aplicar unos ajustes integrales o su aplicación superficial solo permitirían una conclusión: el chavismo solo quiere ganar tiempo y dejar la peor herencia posible a sus sucesores. Aunque perverso, este cálculo político responde al interés de “salvar” la imagen de un chavismo que nunca claudicó en su defensa de los “derechos” sociales, algo que, evidentemente, tendría que hacer el próximo -y ya desde ahora “neoliberal”- gobierno.

5.  A la oposición podría convenirle: o forzar a Maduro a tomar medidas y que sea él el que cargue con el costo político –si es que tal cosa es posible- o acelerar su revocatoria para evitar que el deterioro con el que deberán lidiar una vez posesionados del Ejecutivo sea mayor.

6. El acuerdo social y político (el tan denostado pacto) para legitimar los ajustes y compartir sus costos no luce factible bajo estas reglas políticas, que favorecen la hegemonía y dinamitan la cohabitación. Sus escasas posibilidades dependen del ascenso de sectores moderados en ambos bandos, capaces de fraguar unas nuevas normas que, al compartir el poder y la responsabilidad, habiliten el ajuste económico, doloroso en cualquier circunstancia. 

7. En el trasfondo, con abundantes muestras cotidianas, crece el descontento y la desesperación social. En los próximos meses, el probable empeoramiento de la escasez de medicamentos y alimentos, el deterioro creciente de la seguridad pública, el colapso de los servicios básicos y de los sistemas sanitarios, sumado a un creciente riesgo de impago de la deuda, empujarán el fantasma de una verdadera crisis humanitaria, haciendo más que probable un estallido social de consecuencias impredecibles. Los brotes de violencia social parecen estar contenidos, en espera de una rectificación económica que, por ahora, luce esquiva.

martes, 5 de enero de 2016

La nueva Asamblea Nacional: hay vida después del chavismo


La oposición venezolana acaba de tomar control sobre la Asamblea Nacional. Es su primera mayoría parlamentaria en casi diecisiete años de gobiernos chavistas. Lo que sería un acontecimiento relativamente normal en otros países, es, para Venezuela, un evento histórico, cargado de gran simbolismo.

La primera constatación que habría que hacer es sobre lo que no ocurrió: ni el 6D ni el 5E se registraron actos de violencia. No es un asunto menor si recordamos toda la tensión que rodeaba la sola posibilidad de derrota electoral del chavismo. Aunque han pasados desapercibidos, entre estos dos eventos –la elección y la toma de posesión- han sido desmontados los grandes mitos de la historia política reciente. Si algo ha quedado claro hoy es que hay vida después del chavismo, muy a pesar suyo. Hoy hemos visto a sus principales figuras, incluido al mismo Diosdado Cabello, ejerciendo el rol de oposición institucional. Esta participación en minoría es, a mi juicio, el hecho más significativo de la jornada.

El chavismo ha trabajado intensamente para instalar la desesperanza en sus opositores y hacerse imprescindible para sus seguidores. Una mezcla de polarización, hostigamiento, arbitrariedad, ventajismo, infiltración y cooptación; esa ha sido la estrategia con la cual el oficialismo ha forjado una hegemonía electoral hasta ahora infranqueable. Se trataba de un sistema sumamente costoso, que exigía no solo la destrucción de cualquier forma de control institucional sino, sobre todo, un flujo de ingresos rentístico alto y siempre creciente. Hacer depender la mayor cantidad de bienes y beneficios –desde la estabilidad y la paz hasta la educación y las pensiones- de la continuidad del poder chavista funcionó por mucho tiempo, pero nunca fue realmente sostenible.

Con la normal instalación del nuevo parlamento, el chavismo ha recibido un golpe simbólico casi mortal. Con este gesto, el país se ha enterado de que pueden perder. Peor aún, pueden verse obligados a aceptarlo y, en consecuencia, a cederle el poder a la oposición. Y, tras eso, el país sigue existiendo, sin violencia, sin caos, sin destrucción generalizada. Este precedente, aunque parezca menor, inaugura un nuevo escenario político, dominado por un progresivo desmontaje del tinglado con el que el partido oficial absorbió al Estado.

¿Qué sucederá de aquí en adelante? Es difícil saberlo. El chavismo tiene aún muchos recursos por movilizar, especialmente útiles si la oposición opta, como parece haberlo hecho, por una confrontación directa con Maduro. Al Gobierno le interesaría que la dirigencia opositora sustancie, con sus actos, la acusación sobre revanchismo y restauración. Además, la mayoría opositora en la Asamblea Nacional padecerá por la presión de mejoras económicas rápidas, mejoras que no tienen capacidad de generar.

Independientemente de lo que pase a partir de mañana, lo ocurrido hoy parece confirmar varios supuestos improbables. El chavismo es pragmático, no está dispuesto a quemar las naves y su apuesta por la confrontación, llegado el momento, se transformará en disposición a la negociación. En realidad, ya hasta los propios dirigentes chavistas están pensando en –cómo pactar- su vida después del poder.