Esta entrevista ha sido tomada del sitio web Foco Económico. En la misma, el profesor James Robinson expone sus argumentos sobre la influencia de las instituciones en el desarrollo económico, analizando los hechos y tendencias recientes a la luz de la perspectiva teórica neoinstitucional. Una disertación sin despercidio.
Eduardo Engel: El libro
que escribió junto a Daron Acemoglu, Why Nations Fail, sostiene que, en
esencia, existen dos tipos de países. El primer tipo de países tiene
instituciones que suelen beneficiar al status quo, por lo que son
sociedades que inhiben la innovación y la destrucción creativa. Tienen
instituciones que ustedes llaman “extractivas”. El segundo tipo de
países cuenta con instituciones que fomentan el surgimiento de nuevas
empresas y de nuevos procesos productivos. Estos países tienen
instituciones “inclusivas”. Las coyunturas críticas determinan la
transición de un tipo de institución al otro. En el libro revisitan
varios períodos históricos para interpretarlos bajo el prisma de esta
teoría, desde la revolución neolítica al Apartheid, incluyendo pasajes
de la historia de América Latina. Entre los muchos episodios históricos
que utiliza para ilustrar el éxito o fracaso de las naciones, ¿cuál es
el que mejor ilustraría su teoría a los lectores chilenos?
James Robinson: En el
primer capítulo se encuentran ya los fundamentos de las principales
ideas del libro y a los lectores chilenos les puede resultar interesante
porque usamos la historia económica y política comparativa de las
Américas. Ahí mostramos que los colonos españoles y británicos vinieron
al nuevo continente con ideas muy similares sobre qué tipo de sociedad
construir, pero la realidad resultó muy distinta debido a las
diferencias en las condiciones iniciales, en especial factores como la
densidad de la población indígena y la presencia de grandes depósitos de
oro y plata.
Engel: ¿Mucho oro en lo que sería la América española y casi nada en la América inglesa?
Robinson: Así es.
Además, en lugares como México, Guatemala, Perú o Bolivia, que tenían
una alta población indígena, se desarrollaron sociedades jerárquicas
basadas en instituciones económicas organizadas para “extraer” recursos a
beneficio del poder colonial. Estas economías coloniales son un ejemplo
perfecto de lo que denominamos “instituciones económicas extractivas”,
las que fueron diseñadas para transferir riqueza y poder desde América
hacia España.
Engel: ¿Qué posibilitó este sistema?
Robinson: Este sistema
se dio porque las instituciones políticas eran extractivas, es decir,
concentraban el poder político en los colonizadores. Instituciones
económicas como el trabajo forzado o los monopolios de comercio y
producción bloquearon los incentivos y las oportunidades para la gran
masa de personas de la América española. Además, al tener instituciones
políticas extractivas, el Estado no se vio presionado a proveer bienes
públicos básicos como educación, por ejemplo.
Engel: ¿Y por qué las cosas resultaron de otro modo en las colonias inglesas?
Robinson: Curiosamente,
los ingleses en Norteamérica tenían la misma idea. Pero el modelo que
desarrollaron Hernán Cortés, Francisco Pizarro y otros conquistadores no
era factible en lugares con una población indígena tan pequeña. Desde
el comienzo se desarrollaron sociedades que se basaban en instituciones
económicas muy distintas, las que fueron diseñadas para generar
incentivos y oportunidades. Nosotros llamamos inclusivas a estas
instituciones económicas. Esto sucedió porque parecía ser la única
manera de crear colonias que fueran económicamente viables. En el libro
mostramos cómo la sociedad colonial tuvo desarrollos muy distintos en
América del Norte y América del Sur, en parte debido a las distintas
circunstancias y condiciones. Son diferencias que subsisten hasta hoy y
que explican por qué Bill Gates y Carlos Slim hicieron su fortuna de una
forma tan diferente.
Engel: Me gustó mucho
el contraste que haces entre Bill Gates y Carlos Slim. Gates fue
innovador y generó mucho valor para muchísimas personas, mientras que
Slim dedicó sus energías y vínculos a proteger su monopolio en las
telecomunicaciones de potenciales rivales, bloqueando así la generación
de un mayor valor social. Estados Unidos hace 100 años estaba lleno de
empresarios al estilo Slim, como Carnegie, Mellon, Rockefeller y
Stanford. Sin embargo, Estados Unidos hizo la transición desde una
sociedad dominada por poderosos monopolios a una en que pueden emerger
nuevos ganadores gracias al proceso de la destrucción creativa. ¿Qué
llevó al Presidente Theodore Roosevelt a romper los monopolios a
comienzos del siglo 20 y por qué no ha sucedido nada parecido en América
Latina?
Robinson: Bueno, ello
forma parte de lo que llamanos el círculo virtuoso. Instituciones
inclusivas generan un feedback positivo, lo que permite responder a los
desafíos. El desmontaje de los monopolios en Estados Unidos fue posible
porque sus instituciones políticas son mucho más inclusivas. El poder
político estaba más esparcido, de forma tal que el interés particular de
los monopolistas no podía dominar toda la política, aunque ciertamente
hicieron intentos en ese sentido. Y la presión popular obligó a
Roosevelt a actuar. Además, el Estado era suficientemente poderoso para
aplicar y poner en práctica la legislación anti-monopolio. Muchos países
latinoamericanos han aprobado leyes antimonopolio, pero no son capaces
de, o a veces no quieren, hacerlas cumplir. Entonces, cuando comenzaron a
surgir grandes inequidades económicas en Estados Unidos, creando
amenazas a la inclusividad de las instituciones, la naturaleza inclusiva
de las instituciones políticas fue capaz de enfrentar ese desafío.
Engel: Hay algo
deprimente en tu argumento, a saber que el tipo de instituciones que se
crearon hace siglos determina el estado de desarrollo que los países
tienen en la actualidad. ¿No es un poco fatalista?
Robinson: Cuando
comenzamos a trabajar en este tema hace 15 años pensamos justo lo
contrario, que había razones para el optimismo. La creencia popular
entonces era, por ejemplo, que la razón de por qué África era pobre se
debía a su geografía tropical. Esa es una visión mucho más pesimista
pero, por fortuna, también errada como hemos demostrado. Sin embargo,
existen grandes y persistentes patrones en el mundo que necesitan de una
explicación. Si uno tomara todos los países en el continente americano y
los ordenara desde el país más rico al más pobre, el ránking apenas ha
cambiado en los últimos 150 años. ¿Por qué? Tiene que haber una
explicación y hay algo que debe ser muy difícil de cambiar, de lo
contrario el patrón no sería tan persistente. Es la cruda realidad: es
difícil cambiar las instituciones y éstas persisten durante mucho
tiempo. Pero es posible cambiarlas si la sociedad se organiza
colectivamente para empujar por esos cambios. Así que, en última
instancia, esta visión del desarrollo comparativo es más optimista que
una visión que se basa en geografía u otros tipos de teoría cultural.
El elitismo chileno
Engel: ¿Hasta qué punto
crees que se aplica a Chile ese patrón general de la América española
que dio origen a las instituciones extractivas? ¿Hay aspectos en los que
Chile es una excepción?
Robinson: El modelo
explica por qué Chile ha tenido un mejor desempeño económico que la
mayoría de América Latina, pero también por qué aún no se ha convertido
en un país rico. En comparación con los países que eran el núcleo del
sistema colonial español, Chile tenía un menor número de indígenas a los
cuales explotar, de modo que se volvió una sociedad de colonos un poco
al estilo de Estados Unidos. Debido a la naturaleza de su sociedad
indígena resultaba difícil explotar a los mapuches, al igual como
sucedió con los Sioux y otros nativos americanos de las grandes
planicies norteamericanas.
Engel: Sin embargo, Chile es mucho más pobre que Estados Unidos.
Robinson: Es verdad. Y
es que Chile seguía siendo parte de las redes de monopolios y
restricciones al comercio y otras externalidades negativas del sistema
colonial español.
Engel: ¿Por ejemplo?
Robinson: Chile era
menos extractivo políticamente que otros países. En Chile existían los
cabildos abiertos, no así en Perú o Bolivia, por lo que hubo una mayor
participación. Esto permitió una formación más temprana del Estado y
significó que durante el siglo 19 sufriera menos problemas que Bolivia o
Guatemala, por ejemplo. Sin embargo, seguía formando parte de un Estado
colonial extractivo, por lo que tenía algunos de los mismos síndromes
que sus vecinos. Por ejemplo, la expansión territorial altamente
jerárquica de la segunda mitad del siglo 19 me parece bastante
reveladora.
Engel: ¿Y todo ello se refleja en el siglo 20?
Robinson: En el siglo
20 se ven los mismos patrones de lo que diferencia a Chile de la región y
de lo que lo hace también tan similar. Se observan divisiones políticas
que se parecen más a las de países europeos que a los latinoamericanos.
Incluso el populismo durante Allende es mucho menos clientelista que el
populismo en Venezuela o Perú. Pero por otro lado, existen las mismas
presiones para hacer reformas agrarias, niveles de inequidad altísimos y
una sociedad bastante clasista y elitista.
Engel: La sociedad chilena es clasista en varias dimensiones. ¿Estás pensando en alguna en particular?
Robinson: ¿Sabías que
la mitad de los presidentes de las 100 empresas más grandes de Chile fue
a sólo cinco colegios privados en Santiago? Son los colegios Tabancura,
San Ignacio, Saint George, Verbo Divino y Manquehue ¿Qué proporción del
gabinete del Presidente Piñera crees que viene de esos colegios?
Engel: De seguro un
porcentaje muy alto y podemos agregar que la mayoría fue a la misma
universidad. Pero, a la luz de tu teoría, este hecho es relevante sólo
si estos grupos crearon instituciones políticas que no sólo los
beneficiaron a ellos, sino que además lo hicieron a costas de la
capacidad de desarrollo y crecimiento de toda la sociedad. Porque tu
tesis es que el desarrollo va más allá de la distribución del ingreso y
que son las instituciones extractivas las que llevan a un crecimiento
considerablemente menor en el largo plazo.
Robinson: Así es, pero
no se trata sólo de instituciones formales. También existen estas
instituciones informales que controlan el acceso y el ejercicio del
poder político. Hay muchas fuentes de poder en una sociedad, y creo que
el dominio de estos colegios de elite, que tiene raíces profundas,
demuestra que existen instituciones informales, que podemos llamar redes
sociales, que llevan a que las instituciones políticas chilenas sean
mucho menos inclusivas de lo que aparentan ser sobre el papel.
Engel: Conectando lo
anterior con lo que está sucediendo en Chile en la actualidad, uno
podría argumentar entonces que Chile está en un punto de inflexión: que
se agotaron las instituciones políticas que durante más de dos décadas
impulsaron un crecimiento robusto, que ahora se necesitan nuevas
instituciones. Por ejemplo, un nuevo sistema electoral que reemplace el
actual que, por diseño, sobrerrepresenta a la derecha. O un aumento
significativo en la carga tributaria que mejore sustancialmente la
educación.
Robinson: Es un buen
punto. Pese a todo el crecimiento, al final del día Chile sigue siendo
un país que hace un uso intensivo de sus recursos naturales, desde el
cobre y la pesca, al sector forestal y vitivinícola. Uno hubiera
esperado que en estas décadas Chile diversificara más su economía, pero
eso no ha sucedido. Tampoco ha desarrollado una industria manufacturera
que sea competitiva a nivel internacional. Mi impresión es que ello es
consecuencia de que aún subsiste una naturaleza elitista en la sociedad,
la cual hace que la cancha económica no sea pareja y la cual genera
barreras de entrada y obstáculos a la competencia.
Engel: Sin embargo,
nada asegura que los cambios que está experimentando el país lleven al
establecimiento de instituciones que remuevan las barreras a la
destrucción creativa y así impulsen el crecimiento. Los líderes
estudiantiles se enfocan principalmente en demandas redistributivas,
cambios que puedan contribuir a un mayor crecimiento han estado ausentes
de sus propuestas, porque muchos ven en ello una aceptación del “modelo
neoliberal”.
Robinson: Eso sería
poco afortunado. Los críticos al modelo neoliberal son una coalición
curiosa entre la izquierda y los monopolios locales. En Colombia, que es
uno de los países más desiguales de América Latina, la crítica al
modelo proviene de la guerrilla de las FARC y también de algunas de las
personas más ricas de ese país. ¡Imagínate! El énfasis que Chile pone en
las reformas educacionales es un aspecto importante para crear una
sociedad más inclusiva. Y Chile está mucho más cerca de ello que la
mayoría de los países de la región. Pero romper el tipo de redes
informales del poder que mencionaba antes es algo mucho más difícil que
cambiar el sistema electoral.
Engel: ¿Podrías dar
algunos ejemplos de países que en las últimas décadas lograron la
transición de instituciones extractivas a inclusivas?
Robinson: Brasil ha
recorrido un largo camino desde el fin del régimen militar en 1985. En
el libro señalamos cómo a fines de los años 70 se formó una amplia
coalición opositora a los militares. Eso llevó al Presidente Fernando
Henrique Cardoso, y después a los gobernantes del Partido de los
Trabajadores, a poner en práctica un tipo de política muy distinto y a
importantes transiciones institucionales. Se llevó a cabo una gran
expansión de la educación, la pobreza e inequidad han bajado mucho, y
Brasil tiene una industria que es competitiva a nivel mundial. Para mí
las actuales manifestaciones son un efecto multiplicador saludable,
muestran a la nueva clase media que ha emergido en los últimos 20 años y
que está exigiendo un Estado más eficiente. Y para ser un poco más
polémico, diría que lo que se ha visto en Bolivia en la última década
podría ser el comienzo de una transición hacia instituciones más
inclusivas. El MAS es un movimiento social complejo, pero tiene fuertes y
amplias redes en la sociedad civil. Además, la emancipación de los
indígenas que está ocurriendo es un prerrequisito para una sociedad más
inclusiva en Bolivia. Hoy se puede tener a una indígena en el gabinete
de ministros. Antes hubiese sido impensable. Eso es un gran cambio.
Engel: ¿Cómo suelen
suceder estas transiciones? ¿Se trata de procesos radicales, del empuje
de movimientos de base o de líderes que las decretan desde arriba? ¿Hay
algo que los líderes de la sociedad puedan hacer para que no sean
transiciones tan traumáticas?
Robinson: En el libro
destacamos las transiciones radicales y traumáticas, como la “Revolución
Gloriosa” en Gran Bretaña en 1688 o la Revolución Francesa que se
inició en 1789. Pero la historia actual no se limita a reproducir la
historia pasada. La transición brasileña no fue para nada traumática. Lo
que sí enfatizamos en el libro es que las coaliciones amplias son un
elemento importante en la transición hacia instituciones inclusivas. Y
la mayoría de estas coaliciones nace desde la base social.
Engel: Es bueno saber
que le has dedicado bastante tiempo a pensar en cómo tu teoría se aplica
a Chile. En la conferencia que dictarás en el lanzamiento de Espacio
Público te enfocarás precisamente en nuestro país. Pero en el libro
mismo se dedican pocas líneas al caso chileno.
Robinson: Algo que
podríamos hacer y que no hicimos en la primera edición, es hablar en
mayor detalle sobre las diferencias que existen entre los países
latinoamericanos. Como dije antes, Chile es diferente y al mismo tiempo
similar a sus vecinos en la región, y nuestra teoría provee un marco
para entender ese fenómeno. Por ejemplo, ¿por qué Chile es más rico y
menos violento que Colombia? Creo que en gran parte se debe a que
tuvieron procesos de formación de Estado muy distintos. En Chile el
Estado puede proveer bienes básicos, tales como leyes y orden público, y
es capaz de asignar las rentas de sus recursos naturales en una
dirección socialmente deseable. El Estado colombiano, en cambio, ni
siquiera es capaz de construir una buena carretera entre Bogotá y
Medellín, sus dos principales ciudades. Si uno va a la costa Caribe
existen tierras increíblemente fértiles, pero son trabajadas por
campesinos que cultivan el maíz y la yuca para su propia subsistencia.
Esto porque nadie ha definido bien ni ha asegurado los derechos de
propiedad. También pienso que tenemos que hablar más del siglo 20
latinoamericano y explicar cómo modelos de política económica como la
industrialización basada en sustitución de importaciones son parte de
procesos trayectoria-dependientes en el desarrollo de la región. También
tenemos una hipótesis para explicar por qué el crecimiento en Chile se
aceleró a partir de 1985. El efecto dual de Allende y Pinochet rompió
con el poder de algunas –no todas— elites extractivas, o al menos les
arrebató algunos de sus instrumentos.
Engel: ¿Estás diciendo,
por ejemplo, que el éxito chileno en la agroindustria fue posible
gracias a una combinación de la reforma agraria en los años 60 y la
liberalización de mercados de los 80?
Robinson: Exactamente.
Hay quienes le otorgan a Pinochet el mérito por haber terminado con
sectores económicos ineficientes. Pero no veo cómo este dinamismo en el
sector agrícola que Chile ha experimentado en los últimos 30 años pudo
haber ocurrido si Allende y Frei no hubieran disuelto a gran parte de la
elite extractiva del sector rural. El cambio en la curva de crecimiento
necesitaba de estos dos tipos de políticas.
Engel: ¿Cuáles son las elites extractivas que aún son poderosas en Chile?
Robinson: Diría que
aquellas que están en el núcleo de las redes sociales a las que me
refería antes. Estas elites dominan la política y la economía. Por
cierto, ¿sabías que la bolsa de comercio chilena tiene el nivel de
concentración de la propiedad más alto del mundo?
El año del descontento
Engel: Los recientes
sucesos en Egipto muestran que el optimismo de muchos analistas respecto
a la Primavera Árabe fue anticipado. Desde la perspectiva de la tesis
de tu libro, ¿cómo analizarías estos eventos? ¿hay algo que los líderes
egipcios, o los líderes en general, puedan hacer para contribuir a
mejores resultados? ¿o las fuerzas de la historia son simplemente
demasiado arrolladoras?
Robinson: Para que un
país transite de la pobreza a la riqueza necesita también hacer una
transición desde instituciones extractivas a instituciones inclusivas.
Como existen poderosos intereses en torno a las instituciones
extractivas, esta transición muchas veces es impulsada por el conflicto y
acciones colectivas masivas como las que pudimos observar en la
Primavera Árabe. Sin embargo, estos conflictos muchas veces no llevan a
instituciones inclusivas, sino que a la “ley de hierro de la
oligarquía”, en el sentido que la antigua elite, los Mubarak de Egipto,
es reemplazada por una elite nueva y los cambios que se realizan a las
instituciones extractivas son sólo superficiales. Creo que es este
escenario el que ha impulsado las recientes manifestaciones en Egipto.
Mucha gente comenzó a temer que había permutado la dictadura de Mubarak
por la de los Hermanos Musulmanes. Creo que aún hay razones para ser
optimista, porque todavía subsiste el potencial para cambio y para crear
una sociedad más inclusiva, pero ello requiere en estos momentos de un
liderazgo claro. Como mencioné antes, las transiciones ocurren cuando se
forman grandes coaliciones que se oponen a las instituciones
extractivas. Hubo esperanzas de que una coalición de ese tipo se había
formado a comienzos de 2011, pero después se resquebrajó un poco. Lo
importante es que se vuelvan a poner de pie, pese a todo lo sucedido en
el último año. Los ahora victoriosos liberales tienen que encontrar
maneras de entenderse con los Hermanos Musulmanes y los Salafis, porque
no puede haber una sociedad inclusiva en Egipto sin ellos.
Engel: ¿Y cómo calzan
en esta ecuación los militares de Egipto, que han sido los que más se
han beneficiado de las instituciones extractivas? ¿No son un desafío
central en esta transición de instituciones extractivas a inclusivas?
Robinson: Así es. Una
parte de la transición hacia instituciones inclusivas requiere que los
civiles de Egipto obtengan el control de las fuerzas armadas. No es un
proceso fácil, como lo saben casi todos en América Latina.
Engel: El año 2011 no
sólo será recordado por los inesperados cambios de regímenes en el mundo
árabe, sino también por protestas masivas en más de 20 países,
manifestaciones de una magnitud como no se habían visto desde los años
60. ¿Cómo interpretas ese “año del descontento”?
Robinson: Mi impresión
es que las protestas son las repercusiones de la “Gran Recesión”. Muchos
interpretan que la causa principal que originó la recesión se puede
ubicar en instituciones extractivas, incluso en Estados Unidos. Hay una
creciente preocupación por el aumento de la desigualdad en Estados
Unidos. En países del sur de Europa, como Grecia y España, la gente
protesta contra el recorte fiscal y las consecuencias económicas de la
recesión. En nuestro libro estos países se consideran sociedades
exitosas e inclusivas, pero incluso en este tipo de sociedades siguen
subsistiendo elementos de instituciones extractivas.
Así que el “año del descontento” fue
definitivamente un año de protestas en contra de los elementos
extractivos de la sociedad. Y me parece que eso es muy saludable.