jueves, 20 de marzo de 2014

Keynes, Krugman y la Crisis Global

Bajo el sugerente título de “Acabemos ya con la crisis”, Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008, nos ha proporcionado un análisis lúcido y coherente sobre las razones -estructurales y coyunturales- por las cuales surgió la crisis económica mundial (2008-2011).

Krugman advierte desde el inicio que la crisis global es, en realidad, una depresión económica tradicional, causada por un fallo de coordinación relativamente sencillo: los agentes económicos en su conjunto no están gastando lo suficiente; los que pueden gastar –los acreedores- no quieren gastar y los que quieren –los deudores- no pueden. Se trata de un clásico “momento keynesiano”, durante el cual la demanda agregada es insuficiente y, como consecuencia, los niveles de producción y de empleo también lo son. Esta situación, subraya Krugman, no solo no es inédita, sino que la humanidad cuenta desde hace mucho tiempo con el instrumental teórico y práctico necesario para superarla: el único agente económico que no siente miedo de quebrar, léase el Gobierno, debe dar un paso al frente y gastar, gastar por aquellos que no quieren o pueden hacerlo. 

A lo largo del texto, el autor se dedica a argumentar rigurosamente su interpretación de la crisis, rebatiendo al paso todos los señalamientos en contrario. Por razones obvias, la mayor parte del texto versa sobre la situación estadounidense. 

ESTADOS UNIDOS

En su país, Krugman identifica dos grandes causantes estructurales de la crisis, muy asociadas entre sí. El aumento acelerado de la desigualdad social permitió la acumulación de grandes cuotas de capital en pocas manos; estos flujos encontraron salida a través del mercado financiero, el cual, al estar cada vez menos y peor regulado, derivó en un mundo de riesgos excesivos y prácticas abusivas. 

Estos excesos se basaron en una constante subestimación de los riesgos de la inmensa deuda que se estaba acumulando, incluso por parte de las instituciones regulatorias. Los elevados niveles de “apalancamiento” (proporción de deuda con respecto a los activos o ingresos) arrastraron a la economía cuando la prosperidad se torció. Así, el estallido de la burbuja inmobiliaria obligó a los deudores a adoptar medidas rápidas para reducir su deuda, bien a través de la venta de activos o la reducción de los gastos. Al convertirse en una estampida masiva, se produjo una reducción de los precios que apreció el dólar e hizo mucho más difícil bajar en términos reales la deuda. El intento de los deudores de salir, hundió más a la economía. Todos intentamos ahorrar más, pero al reducir nuestro consumo conjunto, los ingresos menguan, las empresas invierten menos, el desempleo aumenta y la economía padece. Así, solo podemos salir de esta espiral si alguien –en este caso, el Gobierno- hace lo contrario a lo que todos estamos haciendo. 

EUROPA

Particularmente interesante es el análisis de la crisis europea y su posible superación. Krugman se remonta al surgimiento del euro para explicar la crisis. La creación de la moneda única se basó en una subestimación de los riesgos de esta medida: no se previó qué hacer ante “choques asimétricos”, como, por ejemplo, el hundimiento de un boom inmobiliario en algunos países y no en otros. 
De acuerdo con el autor, son tres las condiciones que garantizan el éxito de una unión monetaria: la existencia de un gran comercio intrarregional; la garantía de la libre movilidad laboral interna; y una plena integración fiscal y presupuestaria. Europa alcanzó un comercio integrado, pero no la unidad de su mercado laboral y de su gobierno. Las diferencias lingüísticas y culturales siguieron limitando el movimiento de trabajadores; los distintos gobiernos nacionales tuvieron que seguir resolviendo sus apuros fiscales y presupuestarios por su cuenta.


La historia de la crisis es en resumidas cuentas la siguiente: el establecimiento del euro llevó a los inversores a sentirse seguros de trasladar su dinero a países que antes consideraban de riesgo. Esto incentivó la afluencia de capitales hacia el Sur,  lo que redujo el costo del dinero (la tasa de interés) y promovió explosiones inmobiliarias y de consumo. Este boom llevó a los bancos del Sur a pedir prestado a los bancos del Centro, cuyos países no vivían un crecimiento comparable. Este auge motivó a su vez el aumento de los sueldos en la periferia e hizo que la industria perdiera aún mayor competitividad frente a motores económicos como Alemania. Esto, a su vez, se tradujo en unos crecientes déficits comerciales en el Sur –y superávits en el Centro-. En este contexto, la crisis de EEUU arrastró a Europa, y el rescate de los bancos, que cada país debió cargar por su cuenta, empeoró mucho más el déficit y la deuda, dejando a estos países sujetos al temor de los inversionistas, disparando la prima de riesgo y aumentando los ataques especulativos.

El problema de fondo, argumenta Krugman, es una disparidad de costos y precios entre países, disparidad que daña la competitividad de algunas economías. Existen para ajustarla dos vías: la inflación en el Centro o la deflación en el Sur. En el primer caso -negado por la ortodoxia alemana- un estímulo fiscal y una política monetaria expansiva permitirían que los sueldos subieran. En el segundo -actualmente implementado- se debe pasar por un largo plazo de sufrimiento para que los sueldos del Sur vayan cayendo y se ajusten. El problema adicional con esta opción es que la deflación intencionalmente provocada aumentará en términos reales el monto de la deuda, lo que complicará aún más su cancelación.

La conclusión a la que Krugman arriba en su análisis estadounidense es igualmente válida para Europa: la ceguera ortodoxa y la decisión política de “hacer pagar” a los “irresponsables” los costos de sus excesos han provocado un inconmensurable sufrimiento humano, totalmente evitable. Como en tantos otros ámbitos y situaciones, en economía no basta conocer la solución para implementarla.

6 comentarios:

  1. Excelente! Yo leí este libro y me parece que has hecho un buen resumen de las ideas principales de Krugman, lo que a veces es complicado por lo corto que en general es una reseña. Además creo que -siguiendo a lo aplicado por PK en sus publicaciones- elaboras un artículo bastante sencillo de entender, a pesar de lo complicado que es este tema. Felicidades!

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  2. ¡Gracias! Efectivamente, el mayor mérito de Krugman radica en haber explicado el complejo funcionamiento de la economía contemporánea en un lenguaje sencillo y accesible. Se trata de un logro bastante inusual entre los economistas, especialmente entre aquellos que pertenecen al selecto club de ganadores del Nobel. Aunque para algunos la crisis global es un recuerdo lejano, en realidad seguimos padeciendo sus consecuencias socioeconómicas. Y, por medio de los arreglos institucionales y de gobernanza que se han producido en la poscrisis, no es descabellado pensar que los efectos de esta crisis se seguirán sintiendo en el largo plazo. Nuevamente gracias por tus buenos comentarios.

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  3. De todos modos, no deja de ser interesante la perspectiva marxista, que centra su análisis en la economía real, en los problemas de la acumulación que cíclicamente aquejan a la economía capitalista en términos de crisis de sobreproducción. De acuerdo a este criterio, el problema siempre está en la economía real, en los cuellos de botella que inevitablemente alcanza en algún momento la acumulación capitalista. Es decir, el sector financiero en el capitalismo no tiene tal autonomía como para generar por sí solo una crisis como la vista. Por lo tanto, no sería esta ni la primera ni la última crisis capitalista.

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  4. Coincido contigo, Mario, en que la perspectiva marxista no ha perdido su vigencia. Al menos no totalmente. Es cierto que la economía actual se dinamiza a partir del conocimiento y la innovación tecnológica –más que del puro capital- y que la clase obrera, entendida en su sentido clásico como sujeto de la revolución, no tiene la misma centralidad que tuvo durante el siglo XX. Sin embargo, también es cierto que las crisis cíclicas del capitalismo siguen ocurriendo; que la acumulación de capital es ahora más intensa; y que los costos ambientales del modelo productivista están notándose con mayor claridad. A mi juicio, el asunto que Marx desdeñó -y que sigue sosteniendo al capitalismo- es la pasmosa capacidad del sistema para reconvertirse, transformarse, recuperarse y hallar nuevas fuentes y nuevos medios de expansión de la productividad y la rentabilidad. La idea de “crisis final” del capitalismo, derrumbado por sus propias contradicciones, no se ha verificado en la realidad precisamente por ideas como las de Keynes, que le han dado un balón de oxígeno al capitalismo cuando este ha llegado a parecer desahuciado. Diría que el capitalismo ha demostrado gozar de una mayor resiliencia de la que el propio Marx pudo prever.

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  5. Sí, el capitalismo es como el ave Fénix. Lo que a mí me llama la atención es la sempiterna incomunicación entre las distintas posturas teóricas referidas a la economía. Krugman ha insistido en que la innovación y el conocimiento son cruciales para el crecimiento económico en el largo plazo y quien podría dudarlo, pero los marxistas actuales siguen insistiendo en la vigencia de la cuestión de la explotación, no ya de la clase obrera sino del conjunto de la clase trabajadora -incluidas importantes porciones de las llamadas clases medias- en esta sociedad de la información y el conocimiento, como la rémora fundamental del capitalismo contemporáneo amén de sus crisis cíclicas. Creo que la economía no se va enseriar como ciencia mientras no haya algún grado de integración entre posturas tan disímiles o en todo caso debería dejar de llamarse así.

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  6. Esa falta de comunicación entre las distintas vertientes teóricas creo que es común a las distintas ciencias sociales. Es una manifestación más de su carácter de ciencias "blandas". El asunto se complica más porque en las distintas aproximaciones a los fenómenos sociales se mezclan observaciones descriptivas y postulados prescriptivos. Un enfoque económico al que he llegado a darle bastante credibilidad es el neoinstitucional, porque creo incorpora esa perspectiva integradora que reclamas: admite, en línea con el marxismo, que las relaciones de poder y las variables institucionales, al determinar las ideas dominantes, afectan el desarrollo económico; pero también reconoce que la eficiencia generada por los mercados, correctamente regulados, no ha sido superada por la discrecionalidad de la planificación centralizada. Gracias nuevamente Mario por tus comentarios.

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