domingo, 13 de abril de 2014

12-F: dos meses después ¿dónde estamos?



El 12 de febrero se inició una etapa de mayor conflictividad política en el país. Aunque de baja intensidad, intermitente y territorialmente focalizada, la violencia ha producido hasta la fecha un saldo de 41 fallecidos. Distintos analistas y encuestadores coinciden en que estos hechos, al crear una sensación de anarquía y caos, han debilitado en términos relativos a los dos bloques políticos en pugna. Las diferencias entre ambas coaliciones y a lo interno de cada una se han intensificado, aumentando las dificultades para ejercer eficazmente la gobernabilidad interna del archipiélago de grupos, intereses y corrientes que conforman, en términos concretos, tanto a la oposición como el Gobierno venezolano. En ese sentido, el balance para los distintos actores involucrados parece estar marcado por mayores pérdidas que ganancias. 

El chavismo ha podido actualizar el relato de una oposición pudiente, extremista y violenta, apropiándose del discurso de la reconciliación, la paz y la convivencia que habían utilizado los opositores desde el 2007. Sin embargo, su imagen internacional se ha visto perjudicada por las actuaciones represivas –magnificadas por una fuerte campaña comunicacional y diplomática- y su control y unidad internas se han debilitado frente a los ojos de sus propios partidarios, adoptando silenciosamente un viraje económico que promete insuflar los ánimos de los más recalcitrantes. El Gobierno ha podido amortiguar hasta el momento el costo político de la crisis, pero mientras no remitan sus manifestaciones más acuciantes, el desgaste seguirá avanzando. 

La oposición “más radical”, por su parte, ha logrado desplazar y malponer a los partidarios de la vía electoral frente al electorado opositor, ganando centimetraje interno y proyección internacional. Las acciones judiciales en su contra, sin embargo, se han concretado sin mayores resistencias, y el movimiento de calle que iniciaron claramente ha adquirido una dinámica que no tienen capacidad de controlar. Las acciones violentas, de las cuales no pueden desligarse, son mayoritariamente rechazadas por la opinión pública. Resulta ya evidente que, de persistir en la línea trazada, las protestas no podrán convertirse en un movimiento de masas dispuestas a combatir al Gobierno hasta lograr su salida. La reconversión del movimiento bajo una perspectiva político-electoral resulta una estrategia no solo difícil sino traumática y eventualmente inviable.

Finalmente, la oposición “moderada” ha podido reafirmar con hechos y bajo intensas presiones su vocación democrática, allanando, al menos a nivel internacional, su reconocimiento como oposición legítima. Aunque muy ruidosas en redes sociales, las acusaciones sobre su supuesto “colaboracionismo” con el chavismo no han tenido un impacto muy extendido en la opinión pública. Además, la presión sobre el Gobierno, concretada en la iniciativa de unos “diálogos” con los principales voceros de la oposición, puede representar una oportunidad para ganar mayor reconocimiento político y participación en los espacios institucionales. Por el otro lado, la fragmentación de la oposición ha reducido su capital político y su capacidad organizativa y de movilización, afectando sus posibilidades de convertirse en alternativa de poder. El muy costoso –en términos del esfuerzo y tiempo de construcción- liderazgo de Henrique Capriles ha sido cuestionado como nunca antes. Los partidos y líderes “moderados” se han mostrado incapaces, al menos hasta ahora, de reconectar el circuito entre la crisis socioeconómica y la disposición a protestar contra el Gobierno.


Evidencia del dominio de esta lógica “perder-perder” es la aparición de encuestas con resultados útiles y funcionales tanto para el Gobierno como para la oposición: Maduro pierde popularidad y la gestión gubernamental es peor valorado, pero las “guarimbas” son ampliamente rechazadas y los líderes de la oposición pierden invariablemente aceptación.  

La iniciativa de diálogo o, más propiamente, debate político, abre, independientemente de su evolución o resultados, una nueva etapa en esta dinámica política. Luego de dos meses de desgaste progresivo, los principales actores políticos están abriéndole paso al escenario de la “normalización política”, el cual podría poner coto a esta dinámica “perder-perder”. Resulta evidente que la posibilidad de que cada bloque pueda expresarle abierta y frontalmente sus críticas y cuestionamiento al otro, presentando además esta acción como evidencia de tolerancia, apertura y disposición al diálogo, no puede más que reforzar las posiciones relativas de cada coalición, a despecho de la virulencia de los más recalcitrantes de lado y lado. Sobre la posible evolución de esta iniciativa y su impacto sobre el juego político nacional reflexionaré en el próximo artículo.

4 comentarios:

  1. Hola, bueno creo que aunque la protesta estudiantil haya caído en un punto muerto en relación a su objetivo maximalista, lo que obligaría a un respiro, creo que este serviría para afinar una estrategia con miras a volver de nuevo a las calles. Motivos no faltarán. Lo político electoral ha sido negado por ellos desde el primer momento. El activismo de medios como CNN se debe, en mi opinión, a que están conscientes del vacío de información que hay en Venezuela en cuanto a radio y televisión. Otra cosa lo de los medios de Miami y España. Eso de que la oposición negociaría en medio de la efervescencia de la calle no es más que una nueva ridiculez de los mediocres dirigentes MUD (Borges).

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  2. Esa es una posibilidad, pero también es cierto que la protesta, cuando se enfrenta a la indiferencia mayoritaria, al aislamiento territorial y al descabezamiento de sus dirigentes, se desgasta y puede llega a ser vista como un fracaso por sus propios impulsores. El asunto no es si faltan motivos para protestar, es si esta estrategia tiene posibilidades reales de conectar y canalizar el malestar. Aunque no es una competición electoral, incluso en una insurrección los números cuentan; si se es minoría, la única posibilidad real de derrocar a un Gobierno es que cuentes en tus filas con las élites económicas y militares. Pero allí estriba una de las grandes dificultades de confrontar al chavismo: se trata de un movimiento bipolar, que ha colonizado a las masas populares, pero también a las élites (burocracia, empresariado, fuerza armada). Con las masas gana elecciones y con las élites administra los períodos no electorales.

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  3. Creo que es un análisis mesurado y bien articulado, ahora bien habría que entrar a analizar la responsabilidad del liderazgo opositor en el escenario de violencia... Ana María.-

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  4. Hola Ana, gracias! Su responsabilidad política es un hecho innegable. Ahora, su responsabilidad penal sí es un asunto más delicado y difícil de determinar. En la lucha política, incluso en una democracia relativamente plural, es casi inevitable que existan movimientos o actores antisistema, que actúan por fuera de los canales institucionales. En ese sentido, son responsables políticamente y, con toda seguridad, pueden estar incurriendo en uno o varios delitos de naturaleza política -rebelión civil, traición a la patria, conspiración, etc.-.Si alguien que pertenece a esos movimientos organiza o directamente comete un homicidio o un robo, o bien daña a alguna persona o propiedad, pues ha incurrido en un delito de otra naturaleza y el argumento de su lucha política no puede excusarlo. Este último tipo de responsabilidad es a mi juicio más difícil de vincular con el liderazgo opositor. Agradezco mucho tenerte como lectora.

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