martes, 15 de julio de 2014

¿Qué es el chavismo? Parte II



El chavismo es un fenómeno sociopolítico muy peculiar, sobre el cual se han tejido las más disímiles y polémicas calificaciones. En el artículo anterior intenté recoger los elementos principales de este debate, evitando fijar postura. En este trabajo, dividido en dos partes, me propongo recorrer la evolución del chavismo desde su surgimiento como insurgencia militar hasta su situación actual. 

El chavismo surge como un movimiento de disidencia radical ante el colapso del sistema político establecido en 1958, en oposición al cual define sus principales rasgos. La crisis del sistema había comenzado a manifestarse a inicios de la década de 1980, consecuencia del agotamiento del modelo de desarrollo instaurado. La reducción de ingresos petroleros por situaciones externas puso en evidencia los débiles pilares del crecimiento económico, el bienestar social y la estabilidad política logrados hasta entonces. El fuerte control de los partidos tradicionales sobre el proceso decisorio y las resistencias de la clase política impidieron que se consolidaran reformas fundamentales en la economía y el Estado. Los cambios realizados tendieron a ser parciales, insuficientes y tardíos. Las distintas tentativas renovadoras promovidas por actores del sistema fracasaron políticamente y aumentaron el malestar social, abriendo paso a opciones ajenas al estamento político, portadoras de proyectos de “refundación nacional”.  

Hugo Chávez se ajustó plenamente a esta necesidad, construyendo un discurso diametralmente opuesto a la clase política establecida. La “revolución bolivariana” que llega al poder en 1998 se basaba en un planteamiento fundamentalmente político: se proponía sustituir un régimen plenamente representativo, partidocrático, burocratizado y aún muy centralizado por otro muy participativo, descentralizado y abierto a la sociedad civil. En ese sentido, su programa original no pasaba de ser una amalgama de ideas y conceptos provenientes de tres fuentes inconexas: el ideario republicano de Bolívar y otros pensadores independentistas; las tradiciones progresistas del campo político venezolano, incluido el socialcristianismo; y un collage de buenas prácticas de gestión admitidas internacionalmente, condensado en el amplio programa de la COPRE (Comisión Presidencial para la Reforma del Estado). 

En parte gracias a este heterogéneo contenido programático, el chavismo atrajo originalmente a un conjunto de agrupaciones e individualidades muy diverso. El Chávez candidato fue respaldado por la izquierda tradicional, sectores descontentos de los partidos tradicionales y grupos de poder de corte liberal. El único común denominador de esta pléyade de actores era su malestar con la clase política y su aspiración a influir –o abiertamente controlar- la toma de decisiones de un gobierno que estaría presidido por un outsider sin mayor experiencia política. 

Este chavismo en rol de oposición es, sin duda, diferente al chavismo que asumirá el poder en los primeros años. En términos generales, el presidente Chávez se propuso como primera tarea política aumentar su control sobre los recursos de poder, evidencia de que el suyo no sería un gobierno breve o sumiso. En ese sentido, estos primeros años se caracterizaron por una combinación utilitarista de estrategias de confrontación y cooperación, respaldadas tanto por el amplio apoyo popular que había alcanzado como por la debilidad política de la oposición, dividida y excluida del reparto rentístico. En este contexto se incluye no solo la aprobación de la nueva Constitución y otras normas legales, sino la lucha y posterior control institucional sobre centros de poder claves como Pdvsa, las Fuerzas Armadas y el Banco Central de Venezuela, así como la progresiva depuración de los elementos más conservadores o independientes del chavismo, los cuales van pasando a engrosar las filas de la oposición. 

El recurso a las urnas como instrumento para aumentar el control político fue posible gracias a la creciente organización electoral del chavismo. Si bien el carisma de su líder es un factor que no puede desdeñarse, es dudoso que el chavismo hubiese sobrevivido a la fase de severa confrontación política frente a una oposición económica y mediáticamente poderosa (2001-2004) sino fuese por la estrategia de organización clientelar de las bases populares, cuya mayor referencia fue el lanzamiento de las Misiones Sociales en 2003, vitales para el triunfo de Chávez en el referendo revocatorio. 

En esta etapa el chavismo empieza a registrar una progresiva radicalización ideológica y endurecimiento político. Su estrategia de exclusión-confrontación política en función de aumentar el control sobre el Estado se combina con un discurso público más agresivo y la lenta incorporación de elementos estatistas en algunas normas legales. Frente al esquema económico liberal establecido en la Constitución, las leyes aprobadas por Habilitante en el año 2001 introducen un mayor control del Estado sobre la vida económica, especialmente en ámbitos como el agrícola y el energético. En esa misma línea, el cambio de actitud en política exterior, reflejada en un alejamiento de EEUU y el forjamiento de alianzas políticas estrechas con Cuba y China, advierten de un viraje hacia posturas más izquierdistas. Sin embargo, nada de esto puede interpretarse aún como una ruptura con el esquema ideológico de “Tercera Vía” propuesto inicialmente: por el contrario, la legislación aún es tímidamente liberal y la coalición política chavista aún está dominada por fuerzas reformistas.

El triunfo electoral en el referendo del 2004 consolida el poder de Chávez tanto sobre el Estado como sobre el movimiento chavista. Las agrias disputas de los años precedentes le han permitido controlar plenamente los dos recursos vitales del poder político –la violencia legítima, alojada en la Fuerza Armada; y la capacidad de gasto, sostenida por Pdvsa- y desplegar más abiertamente su apuesta ideológica por el socialismo. Este doble control y este viraje ideológico marcarán indeleblemente la evolución del chavismo desde entonces: su carácter cívico-militar, su soporte clientelar y su proclamación socialista son, sin duda, las claves que permiten entender la sobrevivencia del chavismo hasta nuestros días.

El fracaso de las iniciativas opositoras –primero insurreccionales y luego electorales- para desplazar al chavismo del poder y destruir su legitimidad abrieron una etapa de relativa “normalización política”, que permitió el ascenso de los partidos en la dirección de la coalición opositora. Con la confianza de tener a la oposición a raya, Chávez proclamó el carácter socialista de su revolución y confeccionó un programa denominado “Primer Plan Socialista” para el período 2007-2013. Su holgada reelección a finales de 2006 tuvo dos efectos inmediatos: la radicalización de su proyecto político y la definitiva proclamación del carácter político-electoral de la estrategia opositora. 

Como comentaré en el próximo artículo, el año 2007 sería el momento de mayor radicalización del chavismo en su historia y, consecuencia en buena medida de ello, también el de su más grave revés político.

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