martes, 16 de junio de 2015

El dólar 6,30 y la economía política del chavismo


El sistema cambiario ha sido, probablemente, el tema de la agenda política más discutido en los últimos meses. Siguiendo este debate, y a pesar de la profusión de voceros y opiniones, he tenido la percepción de que pocos comentaristas han puesto de relieve suficientemente la que, a mi juicio, es la variable fundamental que explica el actual arcaico sistema: el control cambiario tiene una naturaleza política y su propósito principal, más que el control social, es la captura con fines clientelares de la renta petrolera. Veamos esto con un poco más de detalle. 

El control cambiario le ha permitido al chavismo administrar discrecionalmente el ingreso en divisas derivado de la actividad petrolera. Al tener la potestad de definir unilateralmente el precio en bolívares al que vende esas divisas, el Gobierno optó por establecer un precio menor al de mercado, lo que, en términos prácticos, implicó subsidiar las divisas. Esta subvaloración del dólar tuvo dos efectos directos, intencionados y muy relevantes: destruyó la competitividad de otras actividades económicas no petroleras e incentivó la compra de divisas “baratas”. De este modo, el Gobierno le envió un mensaje claro a todos los agentes económicos y a la sociedad en su conjunto: no quiero que produzcan; pueden hacer mucho más dinero si se dedican a capturar, negociar y transar con los petrodólares.

Al subsidiar la divisa, la demanda superó con creces a la oferta; al desincentivar la producción nacional, el petroEstado se convirtió en su gran y prácticamente único oferente. Los funcionarios gubernamentales encargados de asignar los dólares se vieron así provistos de un poder inmenso, el cual, lógicamente, utilizaron para enriquecerse. Las coaliciones corruptas entre empleados estatales y empresarios importadores proliferaron por doquier.

Sin embargo, la importación en sí misma resultaba un mal negocio. Mientras que los productos que podían ser importados debían venderse en el país a precios fijados por el gobierno, el fingimiento de importaciones o su sobrefacturación permitía apropiarse de los dólares en efectivo, cuya venta en el mercado paralelo o su utilización para compras de bienes en el extranjero arrojaban márgenes de ganancias exorbitantes.

Bajo este sistema, nada de lo que ocurrió puede considerarse atípico o inesperado. La estructura de incentivos del control cambiario estaba creada para que ocurriera precisamente esto. Y es que el sistema impuesto por el chavismo estuvo enfocado desde el comienzo en beneficiar a sus dos grandes polos de poder. Por un lado, a la clase dirigente burocrática, militar y empresarial, que se enriqueció absurdamente al tener un acceso privilegiado a las divisas que, como nación, subsidiamos. Por el otro, a las clases populares, las cuales tuvieron acceso barato y preferencial a productos básicos, electrodomésticos y enseres importados, un hecho crucial en la generación de una sensación colectiva de bienestar material y satisfacción política. De este modo, el control de cambio funcionó como una pieza central en el aparato de control institucional y  apoyo electoral que hizo del chavismo un movimiento prácticamente invencible. 

Aunque desde el 2013 el sistema está dando muestras de agotamiento, reflejados en elevados niveles de escasez e inflación, lo cierto es que, en cuanto a su propósito central, la divisa subsidiada sigue siendo tanto o más eficaz que antes. Con un diferencial cambiario de más de seis mil por ciento (6.000%) y una creciente concentración de las aprobaciones de divisas en la tasa de 6,30, las plutocráticas élites chavistas están en el éxtasis. Con el colapso casi absoluto del aparato productivo nacional y la masiva escasez, el acceso privilegiado a productos básicos subsidiados que tienen las clases populares les permite no solo sentirse beneficiadas por el gobierno sino, más importante, hacer su propio negocio irregular con la captura y reventa de estos productos.

Es por ello que el gobierno ni la emprenderá contra los responsables de la importación ficticia ni irá a fondo contra los revendedores y “bachaqueros”. Es el menguado empresariado dedicado a la producción nacional y las golpeadas clases medias las que cargan la mayor parte del peso de un sistema que, a fin de cuentas, está creado para beneficiar –muy desigualmente- a los de la cúspide y a los de la base. Esta es la cruda y real economía política del chavismo.

2 comentarios:

  1. Efectivamente, no queda más que estar de acuerdo con tu análisis. Habrá que esperar entonces a que el sistema colapse definitivamente para ver un cambio, porque en algún momento tendrá que derrumbarse; tal como está planteado es un sistema destinado al colapso por sobrecarga, sobrecarga de la cúspide a costa de la base.

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  2. Muchas gracias, Mario. Totalmente de acuerdo contigo. La vorágine que ha alimentado esta lógica utilitarista ha erosionado la sustentabilidad del sistema. Las únicas posibilidades de que un sistema de este tipo pudiera consolidarse en el largo plazo son, a mi juicio, dos: una, que los ingresos a distribuir crecieran al mismo ritmo que las expectativas (sucedió durante algunos años); dos, que el control político labrado en la bonanza impidiera que la insatisfacción con la crisis de recursos se manifestara en un cambio político. Tenemos un par de años jugando en este segundo escenario.

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